viernes, 19 de junio de 2015

¿Que significa el búho para los abogados?

El búho, según los expertos representa, serenidad. En las culturas precolombinas de los Andes, las especies de la costa, sierra y selva son sacralizadas. En las distintas representaciones, muchas veces se combina la forma animal con la humana, con el fin de representar actos chamánicos.
En México para casi todos el búho es la imagen representativa de un abogado litigador, del juez y de las facultades de derecho, se admira en esa ave rapaz la grandeza de sus ojos y su mirada fija con la que parece inquirirlo todo, los movimientos giratorios de cabeza, despaciosos cautelosos y casi maquinales, recuerda a un sabio. De su cabeza rematada en picos de plumas, se le toman por símbolo de la cautela y la discreción, cuando no de la prudencia y sabiduría.
El búho era asociado en la antigüedad con la diosa griega Atenea, diosa de la sabiduría, y era el emblema de personajes sabios. Más recientemente las primeras universidades comenzaron a utilizarlo, tanto por su significado mitológico como por sus hábitos nocturnos como representación de la dedicación sacrificial al estudio. Los abogados lo emplean como símbolo de su profundo estudio, amplia sabiduría e inteligencia.

Nelson Mandela


Diosa Temis




Seguramente te estás refiriendo a la diosa Temis, de la mitología griega. 
En la antigua Grecia, esta diosa representaba mas bien la justicia divina. Para la justicia moral (de los hombres) estaba la diosa Astrea. Ahora bien, en Roma, la diosa Temis fue integrada en el panteón romano bajo el nombre de Iusticia. Y es recién en Roma donde sus atributos son los que mencionas, tal como aparece en las esculturas que presiden los tribunales de todo el mundo: una mujer con los ojos vendados, sosteniendo en una mano una balanza y en la otra una espada. Estos elementos simbolizan lo siguiente: 
1) Los ojos vendados: que la justicia debe ser ejercida sin mirar a quien va dirigida. 
2) La balanza: Es donde se han de pesar las razones a favor y en contra para otorgar un fallo justo. 
3) La espada: Es el arma simbólica que protege a la ley y la hace cumplir. Es la fuerza de la justicia

Noticias de la ignorancia


La anécdota es falsa, aunque no inverosímil. Dicen que a Sir Winston Churchill se le planteó la necesidad de recortar el presupuesto de cultura a favor del imperioso aumento que demandaba el gasto militar en plena Segunda Guerra Mundial. Algunos incluso llegan a afirmar que fue el propio Ministro de Finanzas de Inglaterra quien enlistó ante el Primer Ministro la prioridad de las bombas, balas, tanques y paracaídas por encima de los museos, las orquestas sinfónicas, la radio cultural y la investigación educativa. La anécdota inventada concluye aseverando que Churchill no sólo negó aceptar el disparate, sino que además respondió con su ya legendaria flema de puro cachetón: "¿Entonces para qué peleamos?".
Repito: no consta en ningún documento o grabación la escena, aunque podría ser totalmente cierta dado que sí constan las repetidas ocasiones en que Churchill se negó a sacar de la isla los tesoros artísticos de los museos de Londres o buscar un asilo temporal para todos los símbolos de la familia real. Así como fue capaz de pedirle a los ciudadanos la sangre, sudor y lágrimas con las que habrían de defender a la Gran Bretaña (incluso con los tenedores de la mesa, de ser necesario), así también es altamente probable que tuviera conciencia de que una cosa son las asépticas sumas y restas de los que calculan presupuestos a secas y otra muy diferente, el deber y el haber incalculables de todo eso que nos hace pensar, sentir y ser.
La falsa anécdota —así como otras— se ha vuelto en afirmación viral por varias razones que merecen ponderación. Por un lado, el wishful thinking de quienes saben que basta reafirmar con algunos detalles una cita, frase o situación absolutamente imaginaria para que se vuelvan no sólo creíbles, sino multiplicadas como verdades inapelables en abono de un sano (o malsano) propósito. Por el otro, se confirma la desesperada necesidad de iluminar las inexplicables tinieblas recurrentes en las que caen los contadores, economistas y políticos en general al supeditar todo lo relacionado con las artes, la cultura y la educación a las necias sumas de los índices de inflación, costos de producción, presupuestos de gobierno, inversión en puentes y alumbrados públicos, etc. Muchos creen necesario reproducir en sobremesas o tertulias la anécdota falsa de Churchill no para justificar malversaciones, sino precisamente para intentar crear la necesaria conciencia que le recuerde a los engominados políticos posmodernos que de nada sirve un superávit en las finanzas públicas si hemos de seguir hundidos en los reinos de la ignorancia, pero es precisamente del cultivo o ya imperio de la ignorancia de donde surgen tuits apócrifos, anécdotas inventadas en el Face y demás bulos, así sean esparcidos con buenas intenciones.

Mejor aún que las buenas fábulas que se le atribuyen a Churchill, consta en actas el impecable discurso que pronunciara el inmenso escritor Víctor Hugo ante la Asamblea Constituyente de Francia, el 10 de noviembre de 1848. Conocido bajo el título Questions des encouragements aux lettres et aux arts (Cuestiones del fomento para las letras y las artes), fue traducido al español y publicado en México como Del peligro de la ignorancia, en el número 29/30 de la revista Líneas de fuga, revista literaria de Casa Refugio Citlaltépetl, en noviembre de 2011.No creo necesario un debate sobre la utilidad o futilidad de los Evangelios canónicos por encima de los Apócrifos, ni tampoco que se me pida aquí una posible ponderación historiográfica sobre el provecho o no que transpiran los Gnósticos, pero sí creo necesario precisar que –aunque celebro el ánimo con el que se esparcen buenos deseos expresados en chismes del tipo Churchill—es mejor recurrir a citas probadas, escenas comprobables y hechos verificables para ilustrar mejor la ignorancia (amén de amnesia, estulticia y peor aun, pedantería soberbia) de políticos, politicastros o improvisados funcionarios disfuncionales que han dejado desamparadas a la cultura y las artes, a costa de una falsa distribución del ingreso nacional o una ficticia sanidad en materia de recaudación fiscal (y demás motes trillados).

Precisamente para alertar a sus coetáneos y paisanos "Del peligro de la ignorancia", Víctor Hugo subió a la tribuna para expresar —como quien redacta al instante— su oposición a que "una urgente necesidad" por reducir el presupuesto nacional se proponía aplicar el peor tajo de su guadaña a todo lo relacionado con educación y cultura. Al hacerlo, sin saberlo, dejaba un discurso para ciudadanos del mundo entero y toda época. Luego de aclarar que suscribía la "urgente necesidad" en la reducción del presupuesto (como lo exigía toda lógica y entendería cualquier ciudadano), Víctor Hugo aclaraba que el remedio propuesto resultaba peor que la enfermedad, pues ese tipo de fórmulas mágicas que transpiran los economistas en vías de la calvicie en los escritorios lujosos de la hacienda pública son placebos equivocados en el enrevesado teatro de la realidad. Toda proporción guardada, Víctor Hugo podría hoy mismo espetarle por ejemplo al gobierno de México, el idéntico ejemplo con el que abrió su discurso: "¿qué pensarán ustedes, señores, de un particular que tuviese mil quinientos pesos de ingreso (pongo las cifras en moneda mexicana, para ver si así se entiende mejor) que dedicase todos los años a su cultura intelectual para las ciencias, las letras y las artes, una suma muy modesta, cinco pesos, y que, en un día de reformas quisiese ahorrarse seis céntimos de su inteligencia?" Consta –y quizá sobra decirlo—que la versión estenográfica del discurso registra las carcajadas de los asambleístas.
Hugo pasó entonces a enumerar las instituciones que resultarían afectadas con la mentada reducción presupuestal urgente: El Colegio de Francia, el Museo del Louvre, las bibliotecas todas, la Escuela de Bellas Artes de París, el Conservatorio, la conservación de monumentos históricos, las facultades de ciencias y letras, la suscripción de libros... y le faltó mencionar las pirámides de Teotihuacán, los libros del Fondo de Cultura Económica, las becas para poetas y pintores, el apoyo a la cinematografía, los programas de alguna orquesta filarmónica y el acceso a la educación, cultura y todas las artes de todos los niños y jóvenes de una generación más que se esfuerza por aprobar calificaciones matemáticas nadando en un mar de ignorancias donde ya poco importa si el estudiante conoce la historia de México o los versos de Sor Juana Inés de la Cruz, mientras cumpla con la media japonesa en materia aritmética.

Desde luego, Víctor Hugo y todos o cualquiera, podríamos repetir a voz en cuello "quiero ardientemente, apasionadamente, el pan del obrero, el pan del trabajador, quien es mi hermano; al lado del pan de la vida quiero el pan de la mente, que es también el pan de la vida. Quiero multiplicar el pan de la mente como el pan del cuerpo" y eso, señores del hoy enrevesado de nuestra ignorancia imperial, significa que por encima de los oprobiosos gastos en publicidad electoral imbécil y efímera, más allá de los descarados viáticos con los que viajan los mandatarios y funcionarios de pacotilla, las transas en toda obra pública y las mordidas para toda negociación, deberíamos privilegiar la multiplicación de los libros, las escuelas, las cátedras, los museos, los teatros, las librerías, los microteatros, los conciertos, tal como hace dos siglos lo pedía Victor Hugo, "multiplicar las casas de estudio para los niños, las casas de lectura para los hombres, todos los establecimientos, todos los refugios donde se medita, donde se enseña, donde uno se instruye, donde uno se recoge, donde se aprende algo, donde se vuelve uno mejor; en una palabra, habría que hacer penetrar por todas partes la luz en la mente del pueblo, ya que es por las tinieblas por donde se pierde".Como bien dice el autor de Los Miserables desde la tribuna, el gran peligro de la situación actual es precisamente el imperio de la ignorancia. La ignorancia aún más que la miseria. "La ignorancia que nos rebasa —dice Victor Hugo— que nos asedia, que nos sitia por todas partes. Gracias a la ignorancia es como algunas de las doctrinas fatales pasan de la mente despiadada de los teóricos al cerebro confuso de las multitudes", y agrega ante las muchas formas de la ignorancia, que "nos ocupamos del alumbrado de las ciudades, que encendemos todas las noches, y hacemos muy bien, farolas en los cruces, en las plazas públicas; ¿cuándo, pues, entenderemos que puede anochecer también en el mundo moral, y que hay que encender antorchas para las mentes... (interrumpido por aplausos, vítores y alguna necia tos), "Sí, señores, insisto. Un mal moral, un mal moral profundo nos preocupa y nos atormenta. Ese mal moral, es extraño decirlo, no es otra cosa que el exceso en las tendencias materiales. Así pues, ¿cómo combatir el desarrollo de las tendencias materiales? Con el desarrollo de las tendencias intelectuales. Hay que quitarle al cuerpo y darle al alma".

En México llevamos ya demasiados lustros leyendo faltas de ortografía en las mantas con las que anuncian sus crímenes los narcotraficantes y atestiguando la imbecilidad funcional de cientos de diputados analfabetas; hemos permanecido hipnotizados ante la estupidización por goteo continuo de la televisión y todas las formas de la resignación material allende la frontera geográfica con placebos electrónicos o de la frontera emocional con baratijas en canciones pegajosas por encima de la necesaria fertilización de nuestros propios campos y cultivos. En México hubo filas de votantes que hacían tiempo para llegar a la casilla con un libro en la mano, o con lecturas en modernas tabletas, pero ni uno solo de los candidatos que fardara haber leído un solo libro en sus hermosas fotografías de campaña... y seguimos en justificado escepticismo ante la remota posibilidad de que un mandatario demostrara de veras haber leído al menos tres libros y que su lectura ayudara a iluminar las tinieblas de la errática escenografía de telenovela barata (así genere ingresos millonarios para ciertas actrices) donde una vez más –ante "la urgente necesidad" (cíclica, inevitable, algebraica y computarizada) de reducir presupuestos—se apela a la guadaña en todo lo que debería invertirse en materia de educación, cultura y las artes, avalado o incluso apuntalado en el nefando imperio de la ignorancia. Dicen que Churchill y Víctor Hugo, de veraneo en Chichen Itzá, ayer mismo lamentaban en humos de un buen puro que se esfuma, la negligencia con la que los políticos mexicanos de hoy en día –tan globalizados en todos sus sentidos—descuidan, desprecian y desahucian el valor invaluable de nuestro patrimonio cultural, histórico y artístico.

México: La democracia difícil



Por fin, buenas nuevas desde México. En los últimos meses hemos tenido demasiadas noticias terribles: asesinato de estudiantes, escándalos de corrupción, huelgas de maestros revolucionarios, aparición de nuevos carteles de narcotráfico, choques sangrientos entre el Ejército y grupos del crimen organizado. Ante el desprestigio de los principales partidos (muchos de cuyos gobernantes han sido despilfarradores, ineptos y corruptos) y la desconfianza que —según ha admitido el propio presidente, Peña Nieto— rodea a su Administración, algunos pasaron de la repulsión a los políticos a la repulsión por la política, paso previo a la repulsión de la democracia. Hubo actos de sabotaje y llamadas a la abstención. De pronto, apareció su majestad el voto: el domingo 7 de junio, 39,8 millones de mexicanos acudieron a las urnas. En las casillas, más de un millón de funcionarios contaron los votos y vigilaron el proceso. Se registraron, es cierto, algunos incidentes de violencia en el convulso Estado de Guerrero y hay numerosas impugnaciones que se desahogarán por vías judiciales. Pero en México la democracia está viva y coleando.

Tal vez si las jóvenes generaciones (donde más anida la justificada indignación contra los políticos) conocieran las bárbaras costumbres electorales de México en el siglo XX serían más optimistas. Entonces las elecciones eran básicamente un teatro diseñado y organizado por el propio Gobierno del PRI para asegurar el triunfo de sus candidatos a todos los puestos: la presidencia de la República, 32 gubernaturas, las legislaturas federales y estatales, cerca de 2.500 presidencias municipales. En los años treinta y cuarenta, a los votantes de oposición (que un presidente llamó displicentemente “místicos del voto”) se les intimidaba o silenciaba a balazos.Tradicionalmente, las elecciones intermedias eran muy poco concurridas, los candidatos pertenecían casi en su totalidad al género masculino, y unos cuantos partidos marginales contendían contra el PRI, que invariablemente ganaba con “carro completo” (frase de la época). Ahora la participación (47,7%) fue un poco mayor que en las pasadas elecciones intermedias de 2009, aumentó la oferta de candidaturas femeninas, hubo una pluralidad de opciones partidarias e ideológicas, contendieron por primera vez candidatos independientes, y el ciudadano ha hecho valer su capacidad de castigar al Gobierno en turno: en cinco de los nueve Estados en donde se celebraron elecciones para gobernador, triunfó la alternancia. En el Distrito Federal, la mayoría de las delegaciones pasaron a partidos opuestos al gobernante PRD. El PRI necesitó el concurso de dos partidos afines para asegurar una mayoría en la Cámara de Diputados.


En el Estado norteño de Nuevo León, cuya capital Monterrey ha sido una vanguardia industrial, educativa y tecnológica de México, el votante —sobre todo el joven— ha encontrado una salida: con una participación del 59%, mayor que la nacional, ha elegido con el 49% de los sufragios a Jaime Rodríguez, candidato ciudadano que ostenta el no muy civilizado apodo de El Bronco. Su victoria era previsible. Ante el alarmante ascenso del crimen organizado en los últimos años, la sociedad de Nuevo León reencontró su vieja vocación histórica de autonomía y decidió encarar por sí misma el problema. Los principales empresarios contribuyeron (financiera y operativamente) a la integración de una nueva policía local, alentaron la participación ciudadana, mejoraron el sistema judicial, todo con muy buenos resultados. En esa rehabilitación El Bronco tuvo una participación como alcalde del municipio de García. Hizo obra social y depuró la policía creando un grupo de reacción inmediata contra los delincuentes basado en el uso de Facebook y Twitter. En 2011 sufrió dos atentados del crimen organizado que no lo doblegaron, lo envalentonaron.Con el tiempo, el PRI desarrolló una verdadera tecnología para desvirtuar el sufragio: adulteración del padrón electoral, brigadas de voluntarios que votaban en varias casillas, robo de urnas o relleno de ellas con votos marcados previamente, instalación de casillas clandestinas, voto de personas inelegibles como niños, ancianos incapacitados (y hasta muertos), manipulación electrónica de resultados. Fuera de la inducción del voto (compra ilícita de buena voluntad, persuasión mediática ilegal o amenaza directa) casi todas estas prácticas han quedado en el olvido. Pero los ciudadanos, sobre todo los jóvenes, no se consuelan con la historia. Quieren buenos Gobiernos y los quieren hoy. Tienen razón.

Aunque el discurso de El Bronco no es populista ni contrario a las leyes e instituciones, ha exhibido un carácter intemperante y desplantes retóricos. Su personalismo político es preocupante porque implica riesgos reales de caudillismo (esa enfermedad política de América Latina). Tampoco tranquiliza su falta de un plan de gobierno. Hay cierto paralelo con Vicente Fox (el ranchero a caballo, con botas y sombrero tejano, que ganó la presidencia en 2000), pero, de actuar con responsabilidad, El Bronco podría tener sobre aquel la ventaja de no ser un novato en la política: perteneció por tres décadas al PRI y conoce al monstruo desde dentro. Ese conocimiento podría servirle para atajar las prácticas de corrupción.

Su triunfo, en cualquier caso, tiene dos significaciones mayores. Es el despertar del norte del país, de donde históricamente, desde el siglo XIX, han partido los procesos de modernización. Y es una seria llamada de atención a los partidos cuya renovación política y moral es urgente: una democracia no puede funcionar sin ellos. Esto lo ha entendido Andrés Manuel López Obrador, el caudillo populista cuyo nuevo partido, Morena, ha alcanzado, en su primera elección, el 8,3% de los votos. No hay duda de que, con esa plataforma, contendrá por tercera vez a la presidencia.La negociación de El Bronco con la legislatura local dominada por los partidos que venció es una incógnita mayor. Para plantearla —a diferencia de Fox— deberá aprovechar con rapidez el apoyo masivo que recibió. La gente tiene esperanza de que su Administración sea limpia y constructiva: algunos políticos respetados y honestos se han comprometido a incorporarse a su gabinete. Si El Bronco tiene éxito, no es imposible que un candidato ciudadano compita para la presidencia en el 2018.

El mapa político mexicano se ha pintado de varios colores. La conciencia democrática progresa en la dirección correcta y donde más se necesita: de abajo hacia arriba, del nivel municipal y estatal al federal. La corrupción —que era consustancial al antiguo sistema político— hoy es denunciada y repudiada en los medios y las redes sociales gracias a las libertades que caracterizan a la democracia, ese proceso difícil que los mexicanos estamos aprendiendo a ejercer día con día. Difícil, engorrosa, lenta, malhumorada, insatisfecha, insatisfactoria, vociferante, esa es la democracia. Tan distinta, por fortuna, a la fe abstracta en la revolución y la utopía.

"Atrévete a ser diferente. A ser tú mismo. A mantener tus principios. A no dejarte llevar de la conveniencia. Con carácter. Y a partir de ahí, serás una persona de confianza."




"Si no lo haces tú, no lo hará nadie. Ser la mejor versión de uno mismo, para mí, es la definición del éxito. Para llegar a ser la persona que te gustaría ser, tienes que mejorar día a día hasta convertirte en esa persona".